ARGENTINA. El país se movilizó por la educación pública. Sin brechas, conflictos ni violencia, la juventud encabezó una marcha masiva en la que ninguna generación se quedó en casa.
La protesta fue federal y masiva en el país entero. En la ciudad de Buenos Aires, en una tarde soleada y sin sobresaltos, se estima que más de 1 millón de personas marcharon a la Plaza de Mayo.
“La educación no se toca”, “a la educación pública se la defiende”, fueron algunos de los cánticos que se escucharon en la Plaza de Mayo de la Ciudad de Buenos Aires, mientras veíamos los libros en alto y se escuchaban bombos y batucadas.
Miles de jóvenes y no tan jóvenes, se movilizaron en reclamo de fondos y en defensa de las universidades públicas. Personas de todas las edades se hicieron presentes.
El reclamo fue nacional. ¿Cómo callar al pueblo en la calle? No se puede. Por eso unos suspendieron protocolos de seguridad, otros se corrieron de la escena antes y durante la marcha. La pregunta que aún no tiene respuesta es: ¿El gobierno lo va a escuchar?
El conflicto con el sector universitario había comenzado unas semanas antes y fue subiendo. Cargado de simbología, sobre todo por lo que significa para el país la educación pública, la discusión fue escalando por impericia y falta de muñeca política gubernamental. No todo es lo mismo y no todos los enemigos son iguales.
El gobierno no vio venir la protesta y en este caso, la motosierra la potenció. La movilización fue organizada con paciencia, por el movimiento estudiantil y también por las distintas organizaciones que dieron su apoyo.
La defensa de la educación pública es un baluarte que traspasa todas las generaciones argentinas. No entender eso, es no entender a la sociedad que está sufriendo un recorte descomunal. La idea de “ascenso social como símbolo de progreso” de la clase media está en la educación pública como espacio aglutinador. Por eso la cantidad de gente, por eso la convocatoria.
La moneda está del lado del gobierno que por ahora da por saldado el tema con información que no cuenta la realidad.
La política es el arte de negociar, cosa que hasta ahora no se ha hecho. La primera reacción presidencial fue visceral, tal como acostumbra. La imposición y tratar al otro como enemigo puede conllevar a una crisis de comunicación –un problema de pérdida o de transformación del poder de alguien – en términos de Luciano Elizalde, doctor en Comunicación Pública y así parece ser en este caso.
La primera reacción del gobierno denota que seguirá en este camino de confrontación. Fue un cross a la mandíbula. No todos los enemigos son iguales, ayer lo comprobó el gobierno.
Unos opinan que el gobierno “no la ve”, otros hablan de la invisibilidad de quienes tienen el poder y algunos lo traducen en términos clarísimos: se busca un país para pocos, sin desarrollo, donde las decisiones vienen de afuera y el poder no lo tiene el gobierno de turno.