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Recalculando…  Esclavitud ayer, hoy y ¿siempre?  Un abordaje breve, diferente y, a la vez, históricamente consistente, que nos deja mucho para reflexionar sobre la actualidad. Escribe José De Guardia De Ponté

 

Un pensador libre que nutre su red social preferida con escritos cargados de significados que enlazan la historia con la realidad.

“La Esclavitud – Conclusiones finales …”

Como hemos visto en los artículos anteriores la esclavitud de hombres y mujeres por otros es una cuestión que ha existido desde siempre, desde los albores de la historia, y lamentablemente, hasta hoy sigue existiendo.

Pero también sabemos y podemos deducir que existen infinidad de formas de esclavitud más allá de los grilletes y las cadenas. Hay miles de formas de quitar la “libertad” y la “dignidad” a los hombres en un mundo donde prima lo material, el vil metal, sobre lo espiritual y lo afectivo.

Existen muchas maneras de explotación, sojuzgamiento, avasallamiento y denigración… porque en definitiva la esclavitud en sus diversas formas fue y será un mecanismo de trabajo indigno, un motor que mueve los engranajes de la economía subterránea… porque alguien siempre tuvo de trabajar para que otros gocen del privilegio de no hacerlo.

Nos dice JOSEPH STIGLITZ (economista y profesor estadounidense) «La desigualdad es la causa y la consecuencia del fracaso del sistema económico capitalista, y contribuye a la inestabilidad del sistema democrático, lo que a su vez contribuye a aumentar la desigualdad.” O sea… para decirlo en criollo «la desigualdad es el producto conveniente y necesario del sistema, donde para que haya ricos debe haber necesariamente muchos pobres».

Como vimos, en la antigüedad estaban los esclavos como maquinaria de trabajo. Si bien no poseían ninguna capacidad jurídica, eran consideradas cosas de valor y para que ese valor se mantenga, y no se pierda, debían ser alimentados y vestidos adecuadamente como así también educados y cuidados ya que cualquier delito o falta que cometieran, el amo era responsable.

Un buen día las cosas no dieron para más y hubo revoluciones y los señores debieron cambiar las cosas para que nada cambie y se dieron cuenta que salía muy oneroso mantener esclavos, darles de comer y lo demás, así que mutaron el termino y fueron convertidos los esclavos en siervos. Así vino la Edad Media y esos siervos debían trabajar (porque alguien tenía que trabajar) y a cambio se les daba protección, fundamentalmente contra los invasores nórdicos y cualquier otro depredador, los señores feudales a tales efectos debían mantener un pequeño ejército mercenario para poder cumplir este cometido. Luego resultó caro el tema de la seguridad, el mantener hombres armados es una desgracia, al margen que, por ahí se sobrepasaban, abusaban de las mujeres de los siervos o peor aún, se revelaban contra sus señores y todo esto era un verdadero dolor de cabeza.

Un buen día las cosas no dieron más y hubo revoluciones y los señores debieron cambiar las cosas para que nada cambie y se alinearon detrás de un rey, se abroquelaron en cortes reales y debieron mutar a los siervos en vasallos (porque alguien tenía que trabajar) y la desigualdad fue espantosa y cruel ya que todo se llevaban los señores cortesanos y poco quedaba para los vasallos. Las ciudades se engrosaban de pobres y enfermedades. Se sumaban las guerras que emprendían los señores. Y un buen día… las cosas no dieron para más y hubo terribles revoluciones y los señores debieron cambiar las cosas para que nada cambie… más luego los señores se hicieron burgueses y crearon el proletariado (porque alguien tenía que trabajar).

Y los proletarios son muy baratos, tienen que trabajar como esclavos y no hay que darles de comer, educarlos, cuidarlos ni vestirlos. Tienen que trabajar como siervos y no hay que cuidarlos ni defenderlos. Se les remunera con pocas monedas, además se les cobra impuestos, que sirven para cubrir los gastos de la policía que les da de palos de vez en cuando para que no se quejen.

A todo esto, siempre hubo personajes de negro que dicen venir de parte de Dios, y como es lógico están muy de acuerdo de cómo son y van las cosas. Es menester aclarar que estos intermediarios de la divinidad tampoco trabajan.

Y un buen día… las cosas no dieron para más y hubo terribles revoluciones y los señores debieron cambiar las cosas para que nada cambie…

Hoy la cuestión es bastante más compleja, nos referimos sustancialmente a como se reparte el producto total generado por un país entre los ciudadanos, los cuales están bien diferenciados entre ricos, sectores medios y pobres, y dentro de este esquema se encuentra la pujante competencia entre patronales y los que tienen que trabajar (porque alguien tiene que trabajar).

En definitiva los señores se esconden mejor: Viven en Country, mandan desde los Holding, Corporaciones, Sociedades Offshore y hasta Gremios… los laburantes se dividen en varios niveles y clases, pero como siempre unos trabajan y otros… viven del trabajo de los demás. Para los que no quieran encajar en este sistema, o sea para los que sacan los pies del plato están las cárceles y los manicomios, por último, el cementerio. En ese orden.

Y los señores de negro que venían de parte de Dios ahora están de traje y corbata y hablan desde las pantallas de los diversos medios de comunicación, y convencen a las gallinas que los zorros son buenos y confiables, a las hormigas que es bueno comer gamezan y a los canarios que las jaulas son cómodas  y de oro puro.

Como dijo Marguerite Yourcenar “Dudo de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre”.

Para terminar, un buen día las cosas no darán más y de seguro los señores cambiarán los nombres para que nada cambie. Ya lo decía Alexander Hamilton «Todas las comunidades se dividen en los pocos y los muchos. Los primeros son los que mandan y los otros son los tontos que tienen que trabajar.”… A menos que la GENTE, de una vez por todas – piense estas cosas y se den cuenta que pueden crear sociedades más justas para todos y no sólo para unos pocos que no trabajan.

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Redacción Universo Parlamentario – José De Guardia De Ponté